El mundo es un campo inmenso de energía. Aunque no siempre seamos conscientes, todo a nuestro alrededor emite una frecuencia: los sonidos, las palabras, los colores, las imágenes, los espacios que habitamos… Y nosotros, como seres sensibles, respondemos a esa vibración.
Hace un tiempo, vi el documental de el científico japonés Masaru Emoto, quién dedicó gran parte de su vida a investigar cómo las palabras, la música e incluso los pensamientos afectan la estructura del agua. Lo que hacía era guardar agua en frascos de vidrio y luego los exponía a diferentes vibraciones, palabras de amor y de odio, música clásica y de Heavy Metal, luego congelaba las muestras de agua expuestas a diferentes estímulos y estudiaba los cristales de agua que eran capaces de producir cada una de estas aguas. Sus estudios revelaron que palabras como “amor” o “gracias” generaban formas hermosas y armónicas en cristales de agua congelada, mientras que expresiones negativas producían estructuras caóticas y deformadas.
Ahora bien, si tenemos en cuenta que más del 70% de nuestro cuerpo está compuesto por agua… ¿Qué impacto tienen en nosotros las palabras que decimos, las que escuchamos, y también lo que vemos?
El arte como medicina vibracional
El arte es mucho más que estética. Es vibración en forma de imagen, de color, de trazo. Es una frecuencia que entra por nuestros ojos y, como todo estímulo sensorial, nos afecta profundamente.
Nuestro ojo humano está compuesto en un 95% por agua. Esto significa que también somos profundamente receptivos a la vibración de lo visual. Cada imagen, cada color, cada obra de arte con la que entramos en contacto, modifica algo en nosotros.
Imaginemos entonces qué sucede cuando rodeamos nuestro espacio de imágenes que nos conectan con la belleza, la calma o la expansión. El arte tiene el poder de elevar nuestra energía, armonizar nuestras emociones y abrir espacios internos para el bienestar.
Eligiendo conscientemente lo que miramos
No es lo mismo mirar un paisaje de agua serena que una imagen cargada de tensión. Y no se trata solo de gusto estético, sino de salud energética. En mis obras, juego con distintas vibraciones visuales que buscan generar bienestar: Paisajes de agua: imágenes de lagos, ríos y mares que invitan al fluir interno y la calma mental; Abstractos en blanco y negro: formas que generan espacio interior y nos conectan con nuestra capacidad para fluir, imaginar e innovar. Composiciones en celeste y blanco: colores que abren el pecho, limpian la mente y aportan serenidad; Naturaleza: la naturaleza en sí misma es medicina visual; e incluso con imágenes que tienen un simbolismo especial como la obra Chacra corazón: representado en una imagen que vibra con la energía del amor y la conexión.
Cada una de las obras de arte que vemos a diario resuena con una parte específica del cuerpo o del campo energético. Son pequeñas ventanas de sanación que pueden transformar un rincón de tu casa... y también tu frecuencia diaria.
Todo vibra… y vos elegís con qué sintonizar
Así como cuidamos lo que comemos o lo que escuchamos, también podemos elegir con qué imágenes nutrimos nuestra mirada. Porque todo lo que vemos, escuchamos y sentimos, nos vibra por dentro.
El arte, cuando se elige con conciencia, puede ser una herramienta de transformación profunda. Puede armonizar tu hogar, elevar tu energía, ayudarte a sanar.
Entonces la pregunta es: ¿qué elegís mirar cada día?
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